Sol para la dulzura
Con una sonrisa de expectación en el rostro, Miguel Ángel introduce ambos brazos en el denso follaje de un naranjo. Bajo el oscuro verdor, con un hábil giro de la rama, desentierra los tesoros que acababa de esconder bajo las hojas. Arranca una fruta de la rama, la pela rutinariamente, se lleva un gajo de naranja a la boca, sonríe y explica con seguridad: "Nuestras frutas de la región de Málaga son más dulces que las de Valencia o Huelva. Porque aquí no hay fluctuaciones extremas de temperatura, pero sí mucho más sol. Y eso se nota". Pero el sol ardiente, que confiere a su fruta un dulzor especial, es también su mayor riesgo operativo con el aumento de la sequía.
Hierba ayuda
"Nuestras fincas tienen certificación ecológica desde 2013. Para mí, el mayor cambio en aquel momento fue aceptar las malas hierbas, o incluso hacerme amigo de ellas", recuerda el agricultor. Hoy son parte integrante de su sistema de gestión del agua, porque protegen el suelo de la desecación. Una y otra vez se agacha, inspecciona lo que crece y lo clasifica en buena hierba, mala hierba, hierba de verano y hierba de invierno. "La anémona de madera que cubre todo el suelo aquí puede parecer bonita, pero es invasora. Trepa por los árboles y les roba la luz solar que necesitan para hacer la fotosíntesis", explica. El negocio de Miguel Ángel es un continuo juego de equilibrios. Hierba buena, hierba mala, mucho sol, poca agua. Pero está decidido a sacar lo mejor de ello.
